Ya llega The Order: 1886

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A veces voy andando por la calle y noto cómo mucha gentuza me mira y susurran cosas como: «¡Mira, por ahí va el gilipollas ese que ya no habla de videojuegos en el puto blog mierdero ese!». Y sí, reconozco como un tío el hecho de que últimamente toco menos este tema que lo que toca a su mujer un esposo cincuentón tras treinta añazos de matrimoniazo. Es por ello que hoy me he propuesto romper esa maldición y dedicar unas palabrejas a cierto videojuego que ardo en deseos de catar, cual gordaco que anhela probar el nuevo big whopper con más queso, pepinillos y dobre ración de Ketchup. Puto juegaco, macho…

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No sé tú, pero yo no veo ni un pijo

Y es que como poseedor de una flamante PS4 desde junio del año pasado, hay ciertos juegos que desde sus primeras previews nos han hecho babear más que el puto perro de Pavlov. Y yo personalmente tenía unas ganas locas de catar este The Order: 1886, ya no solamente porque gráficamente resulte para la vista la puta polla en vinagretas, sino por lo atractivo de su argumento, ambientado en un curioso Londres victoriano con un estilo muy steampunk y que nos presenta una guerra sin tregua que se ha ido sucediendo a lo largo de los siglos, la cual enfrenta a la humanidad contra los mestizos y que está llegando a su apogeo. Una aventura repleta de tramas bastante oscuras y serias, casi de terror, con mucho aire a los clásicos contemporáneos, como Stocker o Poe.

Posando con el perfil bueno

Un bigotazos posando con su perfil bueno

Vale que comprarse este juego el día de su salida costará un puto ojo de la cara, pero tras ver ese vídeo cada vez estoy más convencido de que merece la pena el desembolso. Así que yo ya tengo ahí preparaditos los más de 60 euros que vale y hoy 20 de febrero pienso peinarme las cejas con un poco de saliva, ponerme un poco de gomina y ataviarme con mis mejores galas para hacerme con esta tremenda joyita según salga «disparao» del curro cual morlaco que salta a la plaza de las Ventas. Así que nada, me froto las manitas esperando poder catarlo esta misma tarde, en la que no me llaméis para nada porque no estoy para nadie…

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