PARA QUE LA OSCURIDAD NO NOS ALCANCE

Ya comenté en este post que hace unos días estuve echando un vistazo a un blog en el que hablaban de viejas historias del monstruo de rayos gamma, y hubo unas cuantas que me inquietaron bastante. Ésta en concreto que reseño yo ahora tiene como hilo conductor una de las enfermedades más temidas no sólo por sus efectos, sino también por el rechazo social que provoca el miedo a su contagio: el SIDA. En ese antes mencionado post del principio comentaba en su día que a mí personalmente me encantan las historias donde vemos a los héroes metidos en situaciones cotidianas de gente normal, pero igualmente son inquietantes estas historias en las que se ven afectados por la pérdida de algún ser querido por culpa de una enfermedad. Es curioso ver ese sentimiento de frustración que se causa en ellos cuando alguna enfermedad incurable se lleva a algún ser querido, sobre todo por el hecho de no poder usar sus fantásticos poderes en esa ocasión para ayudar a esa persona, lo cual les hace sentirse en cierto modo culpables.
De esta forma, el guionista de este comic (Peter David) nos da una visión de esa enfermedad a través de la dramática historia de tres personajes afectados por el SIDA (dejando muy bien reflejadas la depresión, la angustia y la desesperación en cada uno de ellos). Una de esas historias es la de Jim Wilson (un viejo conocido de Hulk), a quien veremos ya en una fase muy avanzada de su enfermedad, evidentemente terminal, además de herido durante una manifestación para la aceptación de estos enfermos en la sociedad. Su terror a morir en sus últimos momentos le lleva a suplicar a Hulk que le realice una transfusión de su sangre para que le convierta en inmune o a pedirle que use en él un medicamento experimental que unos científicos conocidos por Hulk investigan. Ambas opciones presentan obstáculos morales y ponen en peligro la salud del paciente, al que podría provocarle cualquier efecto secundario inesperado y terrible, por lo que se trata de decisiones difíciles. De esta parte me encanta todo ese dilema moral, ya que el supuesto remedio puede ser peor que la enfermedad. Un dilema que se ve acrecentado cuando Jim Wilson le recrimina a Hulk su actitud con la siguiente frase: «¡Tú puedes ayudarme! Si no lo haces, eres mi asesino tanto como el virus!» (personalmente, de esta historia me encanta también la frase en la que Hulk se pregunta porqué es tan fácil destruir cosas y tan difícil salvarlas).
Hay que mencionar también una segunda historia referente a un niño infectado, del que el autor consigue que nos compadezcamos, pues a través de su inocencia e ingenuidad, cree que ha hecho algo mal en su comportamiento y que si se porta bien podrá vivir una vida como la de cualquier otro niño. No menos inquietante es la tercera historia, protagonizada por un joven que ha triunfado socialmente, que ha decidido que no soporta este giro tan radical en su vida que supone esa enfermedad y pretende suicidarse. Llamará al teléfono de la esperanza para no sentirse solo antes de quitarse la vida, donde le atenderá Betty (la mujer de Banner), y procurará por todos los medios evitar que la oscuridad alcance a esta alma perdida. En definitiva, un comic con tres historias a modo de conciencia social, cuyos respectivos finales invitan a unos momentos de reflexión sobre cómo puede afectar esta enfermedad a una persona.

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