Desde hace mucho tiempo la humilde muchachada de este blog pensamos que el género de terror está más de capa caída que el rabazo de un actor porno tras un duro día de rodaje. Es por ello que cada vez que nos enteramos de la salida de alguna película de mieditis solemos ponernos nerviosos e inquietos a la espera de que nos vuelva a hacer recuperar la ilusión en ese bonito género con el que nos hemos criado viendo pelis chungas desde que éramos unos mierdecillas.
Y sí, hemos de reconocer en rigurosa primicia que con este film teníamos puestas bastantes esperanzas en que la cosa iba a prometer más que mi vecina del Bajo B dentro de un par de añitos. Pero suelo pasar que cuando uno pone muchas ilusiones en algo al final sueles llevarte una ostia mayor que la de un flipao de aquí del barrio haciendo el gilipollas con el monopatín para impresionar a un grupo de chavalitas. Y es que si tenías pensado acudir al cine a dejarte los cuartos en este film más vale que los ahorres para gastártelos en fulanas, porros o pilulas, porque la peli es mala no, lo siguiente…
Para el que no tenga ni guarrísima sobre su argumento diremos que está ambientado en las tortuosas catacumbas que hay bajo las calles de París, en las que un grupo de exploradores se aventura entre los cientos de miles de huesos sin catalogar para acabar averiguando cuál era la verdadera función de esta ciudad de los muertos. El recorrido se convierte en un viaje al corazón del terror.
Sí vale, así contado parece que la cosa puede prometer con esa premisa de un grupo de almas de cántaros dentro de un escenario claustrofóbico en el que seguramente encontrarán alguna cosa chunga para cagarse la pateja abajo. Pero a medida que observas que el film va transcurriendo, lleva casi 50 minutazos y hasta ese momento no has visto nada más que a un grupo de gilipollas arrastrándose por unas catacumbas (capitaneados por una piba en plan Lara Croft de palo) es justamente entonces cuando empiezas a acordarte de los muertos «pisoteaos» de los guionistas de turno. Y ya cuando supuestamente crees que va a ocurrir algo molón y ves que eso adolece de buenos sustos, ritmazo y tensión, ya sí que se te queda una cara de gilipollas de muy señor mío.
No sé vosotros, pero yo personalmente empiezo a estar un poco hasta el ojete de este género llamado mockumentary o falso documental, en los que nunca dejaré de preguntarme cómo en momentos en los que algo muy chungo se te acerca te quedas ahí grabando con la cámara en ristre como un gilipollas en lugar de mandarla a tomar por culo de un patadón a lo Iker Casillas sacando de portería y echar a correr más rápido que lo que tarda un eyaculador precoz en aburrirse con la porno del plus.
En definitiva, que ya no quiero hablar más de esta tomadura de pelo en la que si te gastas los 8 ó 9 euros que cuesta actualmente una entrada de cine es para coger y ostiarte como si no hubiera mañana. Más vale que te esperes a que salga en DVD, que engañes a algún colega para que la alquile, te invite verla en su casa y tú llevar solamente una bolsa de panchitos (con esta jugada te saldrá todo mucho más barato). Por cierto, ahora entiendo porqué en un determinado momento de la película dicen aquello de «Abandonad toda esperanza los que aquí entréis». Pues ale, quedáis advertidos…