The last resort

resort_logoAhora que ya por fin ha llegado el veranito muchos de vosotros pillaréis vacaciones y tendréis más tiempo libre que un perrillo al que dejan abandonado todo un fin de semana en la terraza. Seguramente algunos os iréis por ahí a pasar esos días de tocarse los huevos a un sitio en el que podáis relajaros agusto, tumbaros cual perrazo a la sombra de un chopo y observar a las chavalas que pasen llevando unos pantalones cortos de los que te dejan meditando sobre las dimensiones del tanga que debe de haber debajo de ellos.

Pues bien, si eres uno de esos que has elegido como destino de tus vacatas una recóndita isla paradisiaca en donde olvidarte por unos días del curro, del puto careto de tu jefe, de la hipoteca o de la programación de Telecinco, te advertimos que leas antes este cómic que fue publicado por estos lares hace unos añitos y que hoy me ha dado por dedicarle una reseña. Digo esto más que nada porque lo mismo vas allí con la sana intención de dejar de lado el estrés diario y te puedes encontrar con algo peor que observar un roto en el condón tras trajinarte a una guarri de las de la Casa-Campo…

Vacaciones en la frontera

Como un Hobbit de la comarca me dispongo a pasear por la fina línea que me separa de Mordor (y es que los pirineos es lo que tienen, son lugares entre un lado y otro). Pues bien, hay un sitio en la frontera que es digno de visitar, la Vall d’aran, un lugar donde todo parece mucho más verde.

Las vacaciones las prefiero hacer en septiembre, pero aunque sea el último en irme, todo se acaba. Sin duda la vuelta es dura, y si regresas de un lugar donde el gris de la ciudad se transforma en verde, el reencuentro con la dura realidad es mucho peor. Entre tanto bosque, algunas veces me da por visitar algún pueblo masificado. Los pueblos fronterizos con nuestro país vecino del norte son de lo más curioso, y el caso de Bossòst es digno de estudio sociológico.