Ciertamente uno a veces va ahí con toda la ilusión y toda la predisposición del mundo a sentarse para ver una película que le da buenas vibraciones por lo que ha podido documentarse previamente sobre ella, y luego resulta más pufo que Benzema. Es justamente lo que me ha ocurrido a mí con este film, del cual me esperaba algo decente por el hecho de que estaba protagonizado por Stephen Dorff y porque le habían otorgado un par de premios en no sé qué festivales (pero vamos, que si A serbian film también se ha llevado premios, todo es posible en esta vida).
Y bueno, con respecto al crack de Stephen diré que si este hombre rueda hoy por hoy este tipo de cosas, entonces está más hecho polvo de lo que pensaba. Y es que parece mentira que un tío que hacía de Deacon Frost en la ya mítica Blade haya acabado rodando majaderías de este jaez. Supongo que todo esto es claro síntoma de que el bueno del señor Dorff está ya más acabado que Bon Jovi y el tío va ahí por la vida «gutroneando» los papeles que puede.
Comentando un poco el argumento diré que trata sobre un ladronzuelo llamado Ritchie Donovan, quien por una serie de circunstancias tendrá que encargarse de un «trabajito» consistente en robar una antigüedad perteneciente al primer zar de Rusia, que se encuentra en poder de una de las familias más adineradas de Moscú. El caso es que el golpe no sale tan bien como esperaban Ritchie y sus compinches, de forma que se tendrán que «atrincherar» en una de las plantas del edificio con un puñado de rehenes. Sin embargo, la situación se vuelve aún peor cuando un rehén termina con la cabeza cortada y Ritchie se da cuenta que la policía no será el peor de sus males, sino algo mucho más terrible que se esconde en ese lugar.
¿A qué después de leer este argumento muchos os habréis quedado con la idea de que esta película no pude ser tan mala?. Pues fijaros la manera en la que desarrollarán los guionistas un argumento a priori interesante, que sin duda alguna esta es la peor película de secuestros y la mayor paranoia que he visto en la vida. Pero para paranoia tremenda lo de ver en este film al bueno de Stephen actuando ahí el tío en plan serio y tomándose su papel como si la vida le fuera en ello, y por otra parte al resto de personajes de charanga y pandereta, a cual más estrambótico y gilipollesco, dejando al espectador con la sensación de que Stephen y el resto del plantel no están en la misma película . Y es que entre la fauna que por aquí desfila podemos encontrar a un gafotas que parece sacado de la Revancha de los Novatos, tres beatas con cara de frígidas, un «segurata flipao» medio imbécil y un menda «clavao» a Messi y con la misma cara de pringao. Eso sí, la única pasable entre semejante cúmulo de despropósitos es la actriz morenaza (Jaime Murray) que quita el hipo. Lo que no logro asimilar es cómo semejante potranca puede llamarse Jaime.
Mención especial merece el personaje del psicópata descendiente del zar Iván El Terrible (y no precisamente de Iván Zamorano) que anda suelto por el piso donde están aislados nuestros protagonistas con los rehenes. Sin duda alguna, era curioso ver a este energúmeno con un pelaje a lo Aragorn «descalchuflao», persiguiendo a sus víctimas dando saltos a lo Nacho Duato bailando el Cascanueces y en plan persecuciones a lo episodio barato de Scooby Doo. Y es que personalmente acabé de ver este film por orgullo aunque eso supusiera maltratar a mis pobrecitas neuronas de una forma canallesca.
En definitiva, Plan imperfecto es uno de esos film que tratan de imitar la exitosa fórmula de la genial Zombies Party combinando comedia con toques de terror, y lo único que consigue es hacer un producto con el que acordarnos de los muertos «pisoteaos» del director por hacernos perder 90 minutos de esa forma tan zafia. Encima todo ello para llegar a un final en el que da la sensación de que los guionistas se fumaron un par de chuflos y decidieron acabarlo así en el momento álgido de subidón. Vamos que si tienes dos dedos de frente huye de esta película corriendo a toda hostia como si no hubiera mañana.