
El tomo empieza con el planteamiento de esa idea como algo totalmente descabellado, pero que al final conseguirá salir adelante debido al bajo coste para llevarla a cabo y porque las pérdidas de sus componentes en caso de fracaso son bajas totalmente aceptables (nadie va a echar de menos a un puñado de locos). Desde el inicio, con esa presentación que se nos hace con el «reclutamiento» de ese peculiar grupo, ya se aprecia un aire de locura bastante conseguido, ya que el grupo estará compuesto por gente con tendencias piscóticas, suicidas y asesinas.
En cierto modo, esa primera parte del comic tiene un cierto parangón con la peli de «Doce del patíbulo», donde también hay una especie de búsqueda de miembros en manicomios y cárceles para una peculiar misión. Y como es de suponer, desde el primer momento en el que la misión comienza, se pone de manifiesto la imprevisibilidad de ese tipo de gente y todo se tuerce desde el principio, el grupo se desperdiga y cada uno obrará a su manera con una improvisación bastante peculiar, hasta llegar a un final con sorpresa incluida.
Mención especial al dibujo de Sean Phillips, al que ya conocía por su labor en Wildcats o en la miniserie de Sleeper, que hace gala de su peculiar estilo sobrio, oscuro y de corte realista, donde cumple como un campeón.
En definitiva, un comic que me ha dejado un buen sabor de boca (me encanta todo lo que está ambientado en la 2ª Guerra Mundial) y que sobre todo ha hecho que me interese por los siguientes tomos para ver qué pueden ofrecer títulos como Siete Ladrones, Siete Misioneros, Siete Yakuzas ó Siete Guerreros.