No hace falta tener afán detectivesco para ser sabedor de que hoy por hoy los zombies vuelven a estar de moda tanto en cómics, series y videojuegos (cualquier día ya hasta pegas un patadón a un pedrolo y te sale un zombie). Entre esta amalgama proliferante de productos de seres zombificados hay ciertas cosillas que despuntan un gran nivel y otras cosillas que están ahí de relleno o de paquete, incluso yo diría más de paquete que Benzema en el Real Madrid. Este es el caso del cómic que nos ocupa en la reseña de hoy, del que salta a la vista que está hecho para aprovechar el tirón que esos seres putrefactos causan actualmente.
Y es que Vivir con los muertos es uno de esos tomos que contienen una historia trivial e intrascendente de las que cuando llegas a la última página lo dejas en la estantería condenado a dormir el sueño de los justos. A ver muchachada, tampoco estoy diciendo que esto sea un bodrio infumable de esos que te deja tiritando el neuronaje, sino que me refiero simplemente a que si decides no jugártela tampoco te estás perdiendo nada de lo que se vaya a hablar en los foros del mundo durante generaciones.








