Análisis: Battlefield 3

Si hay una saga de videojuegos que provoca que los muchachos de este blog nos tiremos horas y horas jugando a ellos como criajos coreanos al borde de la epilepsia, esos son los «Battlefields». El nunca bien ponderado Kiko ha tenido muchas buenas ideas a lo largo de su vida (como la de untar el bacon con mantequilla), pero ninguna es comparable a la que tuvo hace unos meses cuando me propuso que nos pilláramos el Battlefield Bad Company 2. Y es que quizás este haya sido el juego con el que más horas nos hemos tirado viciándonos online junto con otro colega nuestro que también es fan de la saga.

Así que en cuanto nos enteramos de que iba a salir la tercera entrega de Battlefield es normal que nos pusiéramos más nerviosos que el monitor de natación de los Gremlins. Por fin hemos tenido el placer de catarlo y os podemos decir que desde que lo tenemos nuestra vida social ha acabado por completo y son muchas las personas que nos han dado por muertos por el hecho de llevar días sin vernos. Veamos porqué este juego se ha convertido en uno de nuestros preferidos.

Gears of war 3

Tener una Xbox y no haberse viciado a alguna de los entregas anteriores de la saga Gears of war es algo más o menos comparable al hecho de tener como novieta a una playmate y que no te deje magrearla ni las tetas (cuánto material desaprovechado, por dios). Hace ya unos años el nunca bien ponderado Kiko se compró esa consola por la primera parte de este juego. Luego el tío cogió, me vició a mí y me compré la Xbox también por ese juego. Así que con esta reseña esperamos hacer ver la luz a quien aún no haya catado ningún título de la saga (que no creo que sean muchos los insensatos) y que lo prueben cuanto antes como el que degusta un buen porro en las sobremesas de Antena3.

Y es que para cualquier fan de la mítica saga de Epic Games es herejía pronunciar el nombre de Marcus Fenix sin haberse lavado la boca previamente. Bien es cierto que a muchos nos dan ganas de ponernos una bandana en la cabeza y salir a la calle con cara de mala hostia en honor a este tío. Así que sin más dilación voy ya con la reseña para explicar el porqué de mi devoción por Gears of war.

Hasta el rabo de los camperos


El diccionario de la real academia española define al campero como toda aquella persona un poco tocapelotas que jugando en modo multijugador a cualquier shooter se oculta en el lugar o recoveco más recóndito del escenario de la partida esperando a que los jugadores enemigos pasen por delante de él y así abatirlos a traición y a mala leche. Hace unos días el nunca bien ponderado Kiko y un servidor hemos retomado el vicio al multijugador del Battlefield Bad Company 2, y hemos vuelto a sufrir este mal que aqueja a la humanidad. Y es que en esta vida hay muchas cosas que personalmente me tocan los cojones, como bien puede ser un balonazo en la entrepierna, la comida japonesa o que me cierre el paso una Maruja de esas que andan ocupando toda la acera y a las que dan ganas de pegarlas un empujón diciendo: «¡Aparta, joder!». Pero pocas cosas hacen que me hierva el esqueleto con un no se qué y un qué sé yo, como el hecho de que un campero me deje seco de un disparo a traición.