Las aventuras del Capitán Torrezno volumen 6. La última curda (Astiberri, 2025)

Alguien falta, alguien no está, y él, el ausente, era la columna que lo sostenía todo, el atlante que cargaba sobre sus hombros el ovillo apretado, infinito, de las causas y los efectos. ¿Quién retomará el hilo de la historia, si este yace por tierra, cortado e inerte? Los tambores siguen resonando en los barracones de la noche, negros clarines de guerra cuyos ecos van a morir en las playas de lejanos archipiélagos, convocando a todos para el acto final, a los vivos y los muertos y a aquellos que nadan entre dos aguas…

Con Las aventuras del Capitán Torrezno volumen 6, que recoge el tomo de La última curda, así como una decena de páginas extras en blanco y negro y color, se completa por ahora (de hecho, La última curda se cierra con el anuncio del próximo título: Anamnesis -ya publicado por Astiberri-), una de las sagas más ambiciosas del cómic español, cuando se cumple ya un cuarto de siglo de la primera entrega publicada.

El universo que ha creado Santiago Valenzuela en su ya vasta serie sobre Torrezno es el Micromundo. Hablando con propiedad, el demiurgo, tal y como lo concibió Platón, no crea; lo que hace es ordenar, dar forma al mundo a partir de una materia ya existente. Y eso es lo que hace Valenzuela al introducir en el espacio de la representación su nuevo mundo particular: el Micromundo. Hay un trabajo de síntesis impresionante en la propuesta de este autor.
El Micromundo es un mundo paralelo al nuestro. Pero no es del todo ajeno a él. En el universo del arte, es posible que las realidades paralelas se entrecrucen. Y como muestra de ello, ahí está el Micromundo de Valenzuela.

En este volumen que tenemos entre manos, ese mundo se tambalea. Torrezno, el héroe de Santiago Valenzuela, es un personaje simpático. Aparece ya en la primera y siguientes viñetas de Horizontes lejanos, el primer tomo de su serie de aventuras en Micromundo.
Su casticismo es de bar. Es feo, torrija, espontáneo, astuto, pequeño y sentimental. Capaz de meterse en muy grandes hazañas sin saber de qué va la cosa.

Santiago Valenzuela se marca la desaparición más visible de la historia del cómic, donde el personaje principal no sale… pero está en todas partes…

¡Torrezno no aparece! Pero a cambio tenemos a toda la panda: los místicos, los chusqueros, los estrategas con resaca, los monjes macarras, los ingenieros del caos, los capitanes de nada. Y ellos, como nosotros, vagan como pollos sin cabeza por los pasillos de ese universo creado en un sótano, esperando una señal, una frase, un brindis o una metedura de pata que reanime el tinglado. Porque el mundo sin Torrezno es como un texto sin puntos, un botellón sin litronas o un tebeo sin personas detrás: caos; Y en medio de todo, «la voz» de Torrezno: Un eco que lo llena todo, pero sin estar. Se respira puro Torrezno en un universo tan coherente como incoherente.

Valenzuela va repartiendo cartas a su galería de personajes secundarios que de pronto se vuelven protagonistas, pero no demasiado. Uno ve a personajes impactantes que quedan en un flash, apagados, ninguneados, marginalizados u olvidados o, aun peor, adecenados…pero que después cobran una importancia capital en algún que otro acontecimiento importante.

El mundo creado por Valenzuela a partir de la cultura pop española y la Historia es complejísimo, original, fantástico en todas sus acepciones, e intrigante, pero lo interesante de los relatos no es el ambiente en que ocurren sino lo que ocurre entre bambalinas.

Y del dibujo: pues nos volvemos a encontrar con un detallismo casi enfermizo que hace que te detengas por un tiempo en cada viñeta. Valenzuela logra, con su trazo único y su prosa ácida, hacer que el lector se sienta parte de esta imponente cruzada interminable: un juego constante entre lo épico y lo ridículo, entre la fe y la desesperación de perderlo todo…que ya es marca de la casa.

Si tiene oportunidad de leer este cómic españolísimo (por su humor, su antiépica, su resignación y el protagonismo de los marginados), fresco e intrigante no la deje pasar, merece la pena, porque tiene calidad, se van divertir encontrando las múltiples referencias, citas y homenajes que contiene y, sobre todo, va a ser una lectura única. No hay otro cómic igual y eso es una muy buena razón para asomarse a esta obra capital.

Por Francisco José Arcos Serrano

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