127 horas

Por el título muchos podrían pensar que el film va sobre el tiempo que nos pasaríamos dando de hostias a Justin Bieber, pero he de decir que no van por ahí los tiros. Se trata de un film protagonizado por el guaperillas de James Franco y dirigida por Danny Boyle, basada en los hechos reales que le ocurrieron a un pobre muchacho llamado Aron Ralston mientras hacía el cabra loca en un aislado cañón de Utah. Al ser un film basado en algo que le ocurrió a una persona en la vida real, seguro que podréis disfrutarla dentro de poco en las maravillosas sobremesas de Antena3, porque allí son muy dados a este tipo de cosas y morbosidades varias.

El caso es que hace poco este film cayó en mis manos, y como aún guardo un buen sabor de boca de películas en las que alguien lo pasa mal perdido en la montaña (véanse los ejemplos de la magnífica Límite Vertical o la más que decente Vértige), pues decidí que con este largometraje habría que jugársela como un tío sin pensárselo dos veces. Y tras su visionado he de decir que se trata de un interesante film que me gustaría recomendar a la muchachada.

Y es que tal y como he mencionado al principio, el protagonista es ese joven llamado Aron, un «flipao» de la vida de esos que cuando está aburrido se coge su mountain bike stratocaster y se pira por ahí a echar la tarde. Es el típico menda que disfruta con la soledad y la tranquilidad de los parajes montañosos para desestresarse y quitarse el mal rollo de la semana. Pues bien, hasta aquí todo muy bonito y muy idílico, hasta que escalando y haciendo el mico por unos salientes, nuestro protagonista resbala y cae dentro de una grieta, con tal mala suerte que una de las rocas que se desprenden le cae encima de su antebrazo derecho, de forma que queda totalmente atorado y sin posibilidad de poder sacar la mano de ahí. Realmente este momento resulta un tanto impactante para el espectador ante el hecho de quedarse una persona perdida dentro de una grieta en medio de la nada y totalmente atrapado (ciertamente es tremendo el plano de la vista aérea que se nos ofrece de ese contexto para hacernos una idea de lo chungo y lo desesperante de su situación).

Se nos ocurren otros sitios más inquietantes donde meter la mano

Es justamente en el momento que la película entra en estos derroteros cuando al espectador (o a mí por lo menos) le surge la siguiente pregunta: «¿Se mantendrá el interés en lo que queda del film ante esa situación de un tío atrapado en un espacio tan cerrado y sin poder moverse?». Pues en mi opinión el film no decae a pesar de lo limitado y escueto del contexto en el que se desarrolla el resto de la película, pues francamente resulta interesante observar cómo Aron Ralston es un tío con tablas y con el poco equipo que lleva se las ingenia para apañárselas como buenamente puede (pues al fin y al cabo era una salida para pasar la tarde y llevaba lo básico). Además es curioso ver cómo se conciencia el muchacho para no perder el control ni los nervios ante una situación así (pues seguramente cualquiera de nosotros los perderíamos seguro).

Y es que en un contexto como ese uno tiene mucho tiempo para pensar, y como es de suponer el film recurre también a flashbacks a modo de recuerdos que pasan por su cabeza con ciertos momentos concretos de su vida. Y es que verdaderamente en una situación como la que vivió Aron es normal que uno le dé muchas vueltas a la cabeza y le asalten todo tipo de recuerdos sobre familiares o sobre ciertos errores cometidos en el pasado con personas a las que se quiere, pues cuando empiezas a ser consciente de que tus horas están contadas hay mucho sobre lo que arrepentirse y añorar. De todas formas, estos momentos están intercalados lo justito cada cierto tiempo y son de poca duración para no caer en lo ñoño, en lo lacrimógeno ni en lo cansino.

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En definitiva, 127 horas me ha resultado un film de lo más recomendable, pues ciertamente es todo un ejemplo de la lucha de un hombre por sobrevivir ante la adversidad y que encierra a su vez una bastante buena reflexión para todos aquellos que crean en todo ese tema de que el destino de cada uno de nosotros está ya escrito. Por cierto antes de acabar advertiré a la gente sensible a modo de pseudo-spoiler (sobre todo para aquellos que no sepan cómo acabó esta historia real de Aron Ralston), que el tramo final del film causó en algunos espectadores de Festivales donde se proyectó ciertos casos de mareo y de pánico. Así que avisados estáis. ¡Ah y por cierto!…, nunca salgáis de casa sin una navajita suiza como la que tenía Macgyver.

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