De vez en cuando apetece tirar de comicteca y releer algún viejo cómic del que a uno ya sólo le queda un vago recuerdo de cuando lo degustó en su día. Fue lo que me ocurrió a mí este sábado en la sobremesa, pues mientras revisaba uno de mis armaritos buscando qué leer me topé con este tomo titulado Area 52. Ciertamente ya ha llovido desde su publicación, pues se trata de una de las novedades que salieron allá por el 2002 con motivo del Salón del Cómic de aquel año.
Me imagino que a todos os sonará lo conocido con el nombre de Area 51 (ya sabéis, esa supuesta base militar de los EEUU en la que al parecer tienen lugar actividades bastante poco convencionales referentes a ovnis y seres extraterrestres). Pues bien, digamos que el Area 52 de este cómic se inspira totalmente en aquella, pues se trata de una especie de base militar situada en la fría Antártida, donde se encuentra un centro de investigación usado a modo de «vertedero» o almacén para todos aquellos objetos, descubrimientos o experimentos desechados por el gobierno norteamericano, por si tuvieran que hacer uso de ellos en caso de volver a necesitarlos en un futuro próximo.






Hace unos días me dispuse a ver un clasicazo de película que no había tenido el gusto de visualizar nunca: Están Vivos. De hecho, ni siquiera sabía de qué iba, sólo había visto la carátula alguna vez y tenía pinta de película de serie B de los 80 que te cagas. Se lo comenté al Sr Grifter y me dijo: anda coño, esa es la peli del Roddy Piper, que se encuentra unas gafas y ve extraterrestres. No hizo falta que dijera nada más, salí corriendo dejándole a medias con lo que me estuviera contando. Corrí y corrí, salté setos, esquivé ancianas con taka-takas, atravesé un cristal irrompible y a prueba de balas que estaban transportando unos tíos e incluso tuve que hacer un mortal con tirabuzón para esquivar a una horda de quinceañeras que me reconocieron (es lo que tiene colgar tu foto en tu propio blog).