Si eres un viciao de esos en plan niño coreano de los que se tiran más de 48 horas seguidazas delante de la Xbox dándole al puto vicio con cara de «degenerao», seguramente que tras haber leído eso de Deathmatch te habrá venido a la cabeza el modo multijugador del Call of Duty y la chuminada esa del duelo a muerte por equipos, gracias al cual muchos jovenzuelos del mundo sacrifican su vida social.
Pero no queridos amiguitos, el Deathmatch al que nosotros nos referimos hoy tiene que ver con cierta novedad comiquera que ha sacado a la venta hace unas semanas la muchachada de Aleta Ediciones y que a mí personalmente me llamó la atención cuando posé mis ojines de canica en ella allí en la tienda. Y es que una vez más volví a hacer aquello de pillarme un cómic sin tener ni zorra idea sobre su argumento y sin haberme documentado previamente sobre si merecía la pena o si era una puta mierda como un pianolo. Y he de cantar a los cuatro vientos que la jugada me salió cojonudamente bien, porque tras haberlo catado he de confesar que ha sido una buena compra de esas que te alegran una tarde de lecturaza…





El alto nivel de carga que mantengo en el trabajo y los demás quehaceres del día a día (básicamente, tomar birras día sí y otro también con mi amigo canario) han hecho mella en mis apariciones en este santo blog. Todas estas mierdas han hecho que mi colega el Sr Griter y yo tuvieramos que postponer los Lunes Molones hasta mejor ver (esperemos que podamos recuperarlos pronto) y que mi ocio decaiga por momentos, por lo que pocas cosas interesantes puedo comentar por aquí. Pero voy a hacer una pausa en mi ajetreado día a día para hablaros de un juego mierdero que me tiene enganchado como a un perrillo en celo a la pierna de una jamona. Seguro que más de uno habrá escuchado cosas sobre un de los juegos para móviles que más pasta se llevan a diario en la App Store y en el Google Play. Vengo a hablaros de: Clash Of Clans.

